La familia que siempre existe
Sociedad Unión Musical Santa Cecilia de Caudete
Un artículo de Pablo A. Bañón Navarro
Son las diez menos cuarto de la noche del viernes. En el local de la Sociedad, un largo corredor con aulas a un lado y un amplio espacio de ensayo al fondo, no se oye todavía nada. El visitante sube la larga escalera, enfila el pasillo y entra en la gran sala. A primera vista sólo hay una masa ordenada de sillas y medio centenar de atriles. Con un poco más de luz, el espacio diáfano dibuja otros detalles. En uno de los fondos, una hilera de grandes retratos de directores de la agrupación (que van desde finales del siglo XIX hasta nuestros días) contempla una no menos extensa colección de fotografías a gran tamaño de la banda de Caudete. Las hay en blanco y negro, a color; unas más formales, otras en un ambiente más festivo; pero en todas ellas una continuidad que avanza desde el pasado. Ese hilo musical no se escucha, y sin embargo dirige la vista del espectador al otro extremo del extenso salón, donde se cobijan, en un orden imperfecto, una veintena de cuadros con menciones y premios que ha ido acumulando la Sociedad Unión Musical Santa Cecilia de Caudete a lo largo de su historia.
Poco a poco van llegando los músicos, unos sesenta esta noche. En los mejores momentos la banda puede reunir a casi noventa personas, aunque la asistencia media a los ensayos es algo más baja. El rango de edad es muy amplio: vemos caras muy jóvenes, apenas niños, y otras de músicos muy veteranos con más de cincuenta años en la formación. A la batuta está Antonio Lajara Ángel, director de la banda de la Sociedad desde el año 2015. “La banda”, afirma el director, “cuenta con grandes músicos amateurs y profesionales, con lo que se puede disfrutar haciendo música”. Para Antonio Lajara, se trata de una formación “con gran potencial y gente estupenda”, y que, con el repertorio adecuado, es capaz de hacer música “a un alto nivel” y “disfrutar en conjunto”. En ese sentido, señala el Numskull Brass Festival como una oportunidad para trabajar obras con solistas de gran nivel, algo que contribuye a mejorar la adaptación y los tiempos de preparación del repertorio en el seno de la formación. De entre todos los momentos vividos como director, Lajara señala el concierto en el Auditorio de León del pasado octubre como el más especial.
«El principal objetivo es
promulgar la cultura musical
dentro y fuera de nuestra población»
La Sociedad Unión Musical Santa Cecilia de Caudete es, según sus propios estatutos, una sociedad sin ánimo de lucro que tiene reconocido también el Carácter Social por la Agencia Tributaria. Incluye, además de la Banda “grande”, una banda juvenil como complemento de los estudios musicales para todos aquellos que se inician en este “mundillo”. A ella se ha unido una orquesta de cuerda, de reciente creación, que busca ampliar la oferta cultural de la propia Sociedad. ¿Cuál es el objetivo fundamental de todos estos grupos? ¿Cuál es el motor que mueve a un grupo humano tan grande? “El principal objetivo es promulgar la cultura musical dentro y fuera de nuestra población”, responde sin dudar Juan Francisco Carrión, presidente de la Sociedad desde hace más de una década. Para el presidente, veterano saxofonista, otro pilar fundamental es el compromiso “firme” de realizar todos los actos oficiales en los que sea requerida por el Muy Ilustre Ayuntamiento de Caudete, algo que se ha mantenido desde el nacimiento de la creación. La relación con el Ayuntamiento, estrecha y fluida siempre, deriva de los propios orígenes de la actual banda: procede directamente de la Banda Municipal que existía anteriormente.
En las charlas con los músicos hay algo que siempre aparece y que remite a los primeros años de formación musical. Y es que todos recuerdan con mucho cariño la Escuela Municipal de Música y Danza. “La Escuela Municipal de Música”, reconoce el presidente de la Sociedad Unión Musical, “es el sustento de nuestra agrupación”. Nacida en el seno de la Sociedad Unión Musical y después ampliada y convertida en Municipal, cuenta en la actualidad con 250 alumnos y 25 profesores. Se encarga de la educación musical de niños y niñas desde los cuatro años, aunque no son pocos los adultos que acuden allí a iniciarse con algún instrumento o a perfeccionar sus habilidades.
«La banda es una parte importante de mi vida,
ya que en ella fui niño, adolescente y adulto,
y sigo creciendo con ella»
A las especialidades más “clásicas” (y que incluyen también la familia de cuerda) se han unido además otras de corte más actual como guitarra eléctrica, bajo, batería y canto moderno. Por otro lado, la Escuela tiene tres agrupaciones instrumentales, fundamentales en la formación de los músicos: coro, banda infantil y orquesta de cuerda. Todo ello, y es algo no menos importante, con la posibilidad de acceder a un título oficial, pues la Escuela Municipal está autorizada para impartir y certificar las enseñanzas elementales de música. Junto con la propia Sociedad, recuerda Juan Francisco Carrión, la Escuela “ha sido la lanzadera de muchos músicos profesionales”. Para el director, Antonio Lajara, esa labor de formación incluye también a la propia banda, un elemento básico para que los músicos “puedan empezar a desarrollar su actividad musical”.
Más allá de la formación, de los éxitos o de la historia de la música en Caudete, la Banda es un grupo humano. Pesa sobre todas las cosas el esfuerzo callado de quien termina de trabajar, coge con entusiasmo el instrumento y traiciona otros planes más atractivos. Da igual el cansancio o la estación, tampoco importa la hora. Es algo que soy incapaz de explicar pero que sí veo en las caras de este grupo de músicos y que se pierde cuando la sala de ensayo se vuelve a quedar vacía. “Omnia sunt communia”, me viene a la cabeza. Todo es de todos. Poco tienen que ver los músicos de esta Sociedad con los anabaptistas de Thomas Müntzer, grupo radical de los inicios de la Reforma Protestante que convirtió esa expresión latina en su grito de guerra. Pero el ideal colectivo llena cada rincón de estas instalaciones y espera al próximo ensayo para volver a materializarse, para convertir el coro disonante de vidas y preocupaciones en una armonía imperfecta de felicidad. “La banda es una parte importante de mi vida, ya que en ella fui niño, adolescente y adulto, y sigo creciendo con ella”, reflexiona Juan Francisco Carrión. Añade: “La banda es una familia que siempre existe”. Eso es. Eso somos. Una familia que siempre existe.